El
humo no terminaba de disiparse cuando volví a escuchar disparos. Por el ruido
eran armas pequeñas. Seguramente pistolas calibre veintidós. No tiraban al
azar. Lo hacían de una manera sistemática, rítmica. Entre las explosiones se
oía también una voz masculina dando indicaciones. No hablaba con una tono
militar, sonaba más bien como un administrador, o el supervisor de una línea de
montaje. Cuando pude ver con más claridad me encontré con un equipo de cinco
personas dirigido por un hombre flaco y alto, vestido con un traje sencillo.
Nada de su aspecto llamaba la atención, salvo dos pistolas, una empuñada, la
otra en la cintura; y el hecho de que tenía puestos guantes de goma. Los
asistentes parecían empleados de desinfección. Además de armas cortas llevaban
en la espalda unas mochilas con mangueras y boquillas rociadoras.
Aunque todavía me sentía atontado
por el golpe, sabía que debía escapar. A no más de dos metros delante mío
estaba L. Pensé que al no verme podía levantarme y correr pero no contaba con
la agudeza de su oído. Cuando quise levantarme, se dio vuelta, volvió
a levantarme con una mano y me pegó en el estómago con la otra.
-No se le va a ocurrir irse ahora,
cuando todavía no vio lo mejor- dijo, y me dejó caer en el piso.
El golpe me dejó sin aire. Ni
siquiera cuando me torturaban en la cárcel me habían maltratado así.
L. giró volvió hacia donde estaba y me dejó para ir a saludar al equipo.
-¡Sanchez! Siempre puntual cuando
hace falta.
Sanchez apenas si contestó con un
gesto mínimo. Seguía evaluando la escena. Caminaba entre los cuerpos, si
encontraba alguien vivo disparaba en la nuca. El equipo lo seguía con respeto y
reverencia. Traté de ver donde estaban mis compañeros. No los encontraba. No
veía a AJ, tampoco a AB. Trataba de hacer foco cuando escuché la voz de uno de
los asistentes.
-Mire
Sanchez, un enano.
-¿Vivo?
-Si.
-Entonces proceda, ¿o acaso cree
que lo vamos a vender a un circo?
El asistente le disparó en la
cabeza. Era Pablo. El cuerpo cayó al lado del de Esteban y el de H. Había
muerto con sus enanos. No había caja de cristal ni príncipe que la rescatara.
Una voz de mujer gritaba. era esa voz: la comandante. Pedía ayuda.
Sanchez se acercó a ella con tranquilidad. Cuando la tuvo cerca le metió un
balazo entre los ojos. Entre los cuerpos que revisaban los asistentes alcancé a
reconocer a Nora y a JF. Definitivamente, si no escapaba ahora iba a terminar
con una bala en la cabeza, pero no me reponía del golpe. Mientras tanto el
equipo de Sanchez conversaba como si estuviera en una oficina.
-¿Este viejo es el líder?
-Parece. ¿Hay que rematarlo?
-No. Ya está bien liquidado.
Muerto. El líder muerto. Entonces
triunfamos. ¿Triunfamos? ¿Quiénes? ¿Sobre quién?
-Señorita L.
-¿Si Sanchez?
-¿De qué material es el piso?
-Diría que es mármol.
-Mejor. Muchachos, los muebles al
costado y los cuerpos al medio.
Los asistentes armaron con rapidez
una pila con los cadáveres. Mientras movía el cuerpo del líder, Sanchez volvió
a preguntarle a L.
-¿Sigue teniendo casa en La Cumbre?
-Si. A pesar de que éste idiota que
está atrás incendió una buena parte, estoy parando ahí.
-Bueno, ¿cuando terminamos me
acerca al golf? Quiero hacer unos tiros antes de volver.
-Seguro. Ahí lo llevo.
Sanchez dio unos pasos hacia atrás
para apreciar su trabajo.
-Muchachos, no olvidarse de
antiparras y guantes.
El equipo se preparó y empezó a
rociar los cuerpos. El olor a carne quemada se mezcló con el del gas y
la pólvora.
L. interrumpió.
-¿Seguro que esto no va a arruinar
el piso, Sanchez?
-Señora, somos profesionales.
Como L. se había acercado al centro
del salón tenía una pequeña oportunidad de escapar. Salí corriendo del hotel,
atravesé el teatrino y el parque. Del otro lado del cerco no encontré el Polsky
Fiat. AJ había escapado. Con un poco de suerte AB estaba con él. Pero, ¿cómo
los encontraría?, ¿donde?. No tenía ningún lugar adonde ir. ¿O sí? Al castillo
Mandl, a esperar a L. y liquidarla. Porque sí, solamente para tener la
satisfacción de verla disolverse en espuma babosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario