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lunes, 10 de junio de 2013

27 (S2E06)

Antes de que Roberta se despertara le dejé una nota explicándole que partía en una misión especial y que no iba a verme por unos días. Recogí la poca ropa que había conseguido desde que me había instalado con ella y me fui. Junto con la nota le dejé un poco de dinero.
Encaré para la zona de la vieja terminal de ómnibus y busqué alojamiento en una pensión roñoza de la calle Velez Sarsfield. No tardé mucho en darme cuenta por los ruidos de que el local funcionaba como albergue transitorio para parejas y que además estaba infestado de ratones.
Los dos primeros días no salí mucho. Tampoco descansé. Los gritos de las otras habitaciones no eran el problema. Era mi propia actividad mental la que me quitaba el sueño. Empecé a diseñar un plan para llegar hasta AJ. Tenía que tender algún tipo de trampa que me permitiera entrar en contacto sin convertirme en un blanco fácil. Al tercer día de estar encerrado, el viejo desdentado de la recepción me comentó una noticia que me dió la idea que necesitaba.
El hombre me contó que estaba preocupado porque su sobrino bebía demasiado. Que tenía miedo por el chico, porque hablaba de cosas imposibles, deliraba. Le había relatado que, paseando por el parque Sarmiento de noche, con unos amigos, vieron salir una mujer del agua de la laguna Crisol. Estaba desnuda y se les acercó. El chico corrió por las dudas. Cuando encontró un lugar seguro vio como la mujer agarraba del cuello a uno de sus amigos y lo arrastraba al agua.
-Ya ve -dijo el viejo-, hace seis meses era un pibe normal, y ahora seguro se está metiendo alguna droga que le hace ver pelotudeces.
Le di la razón al viejo y simulé estar ocupado en algo para cortar la conversación. Ahora tenía un buen dato: en el parque había uno o varios kappas que no estaban respetando la tregua. Si esto era así, el gobierno u otros vampiros  los estarían vigilando. Me bastaba con liquidar uno para que apareciera alguna brigada.
Aunque tenía la idea, no sabía por donde empezar. Decidí echarlo a suerte. Cara: esperaba en el hotel y pulía el plan; número, pasaba a la acción improvisando. Salió número.
Esa noche, después de cenar, me fui al parque. Compré una cerveza en un puesto de choripanes y seguí camino hasta la laguna. Hacía como que tomaba pero en realidad me humedecía la ropa con la cerveza. Quería parecer borracho para que los kappa pensaran que tenían ventaja. Cuando llegué al borde de la laguna me senté a esperar en el embarcadero de los botes a pedal. Pasó una media hora sin que nada se moviera. Después de quince minutos más sentí ruidos. Me palpé la sobaquera para confirmar que la pistola estuviera en su lugar. Volví a escuchar ruidos. Claramente venían del agua y muy cerca de mi. Me quedé quieto y vi aparecer un kappa joven. No era demasiado grande y además, parecía demasiado confiado. Lo dejé llegar a un metro de distancia  y ahí le disparé un tiro a la boca. Cayó de espaldas en la parte baja de la laguna. Lo dejé vivo para que gritara un buen rato. Cuando consideré que había hecho suficiente escándalo, lo arrastré hasta la tierra y lo rematé de un balazo entre los ojos. Volví al embarcadero y me senté a esperar.
Después de otra media hora sentí el ruido de un auto. Me escondí detrás de un kiosko y vi bajar dos personas sin uniformes. O eran curiosos que escucharon los disparos o eran de alguna fuerza especial. El más flaco de los dos me pareció conocido así que traté de acercarme un poco más para verlo mejor. Cuando se agachó sobre la baba que dejó el kappa, hizo un gesto que me permitió reconocerlo: era Sanchez. La delicadeza con la que manipulaba los guantes y tomaba muestras demostraba tanto su prolijidad como el gusto por su trabajo.
Aún sabiendo que era un mercenario inmoral, Sanchez me caía simpático. Había algo en sus maneras, algo artísticas, que lo hacían fascinante. Me pareció oportuno cambiar de estrategia y  abordarlo. Salí a cruzarlo, sin esconderme, pero sin brusquedades.
-Buenas noches Sanchez. Espero que le haya gustado mi invitación.
El agente que estaba con él me apuntó, pero Sanchez le indicó con una seña que bajara la pistola. Se sacó los guantes y me miró. Tenía un aspecto cansado. Esperó a que estuviera cerca de él para contestarme:
-Si quería conversar podía buscarme en el mercado. No hace falta que me haga trabajar horas extra.
Se apartó un poco y le dijo al agente que volviera al auto. Después caminó un poco por el borde del lago. Me miró sin ninguna emoción en particular. Por un instante pensé que era un amigo hasta que volví a escuchar su voz; -sígame- y lo seguí.
Durante unos minutos se limitó a mirarse los guantes sin decir nada. Cuando tomé la decisión de hablar, él se me adelantó.
-Y bien, ¿tomó alguna decisión?
-¿Sobre qué?
-Sobre cual es el bando que le conviene.
-Esto no es una cuestión de conveniencia.
-Perdón, ¿usted lucha por la humanidad?
Se detuvo a mirarme un momento hasta que volvió a hablar.
-¿Usted es ingenuo, cínico o solamente estúpido?
-Cuidado Sanchez. Yo a usted no lo ofendo. Además estoy armado.
-Yo también, así que no me venga con pavadas. Ya sabe que acá se es lobo o se es comida.
-Homo hominis lupus.
-Dígalo como quiera. Yo peleo por un bien mayor: el bienestar que me da el dinero. Y usted está en esto por atolondrado, para salir del aburrimiento, o a lo mejor para impresionar a la marimacho de la Cinemateca. No me va a hacer creer que quiere un mundo mejor.
-Ustede no me conoce Sanchez.
-No es distinto de los cientos de personas que alguna vez tuve que disolver o enterrar.
Me detuve un momento y lo dejé adelantarse. Si le disparaba ahora lo mataba seguro y escapaba sin que el otro agente pudiera actuar. Sanchez se dio cuenta de mis intenciones.
-Si lucha por un mundo mejor, ¿por qué no me disparó todavía?
-No sería honroso matarlo por la espalda.
-Buena excusa, pero no le creo. En realidad necesita el placer de jugar con la presa. Usted no es mejor de los que dice combatir. Entonces, ¿para que montó esta escena? ¿Por qué se quedó a esperar después de matar al kappa?
-Necesito un contacto distinto de AB para  llegar hasta la junta.
-¿Y pensó que armando un escándalo podía atrapar algún agente que lo lleve a las autoridades? ¿Eso es un plan?
Sanchez se había dado cuenta de que estaba improvisando.
-¿Para qué quiere ver a la Junta? ¿Para preguntarle a sus amigos por qué lo abandonaron? ¿Por qué se alían con los que antes eran enemigos? Usted es más imbécil de lo que pensaba. Realmente cree tener una misión. Hágase un favor, salga de la clandestinidad, finja amnesia, y después disfrute el papel de héroe antes de que alguien lo apuñale por la espalda. Buenas noches.
Guardó los guantes en un bolsillo y se fue hacia donde estaba el otro agente y el auto. Empezaba a clarear. Volví por el camino y pisé el charco que había dejado el kappa al reventar. Lo había matado en un intento de moverme hacia adelante, y sin embargo me sentía igual de empantanado que antes. Volví al hotel pateando tachos de basura como si fuera un adolescente

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